LA GENERACIÓN DE LA TOTUMA
Por: Marcos Daniel Pineda García
*Exalcalde de Montería.
Pertenezco a la generación de monterianos y cordobeses que tuvo la suerte de vivir el tránsito de pueblo a ciudad de nuestra capital. Hemos sido testigos de su desarrollo y valoramos los avances que disfrutamos hoy, porque conocimos las ‘afugias’ del subdesarrollo que nos tocó en nuestros primeros años de infancia y juventud.
¡Se fue el agua! era una frase común. Junto a la ducha manteníamos un tanque de agua y una totuma, para solucionar el problema y hasta sabroso era bañarse con totuma. También era muy común, cuando el agua llegaba a cualquier hora, escuchar aquel grito lleno de emoción: ¡Vino el agua, prendan las plumas para llenar los tanques!
En aquellos años la lámpara de gas era tan importante como el cilindro de gas propano que distribuía el camión de Batigas; el pozo séptico era una necesidad de primer orden, porque no contábamos con alcantarillado; la malla vial de Montería tenía dos estaciones: polvo y barro, las calles eran polvorientas de enero a marzo y el resto del año llenas de charcos, algunos tan grandes que iban de esquina a esquina.
Recuerdo que al preguntar por alguna dirección, la respuesta usual era: ¡por allí no te metas, que esa calle está vuelta m…! Montería era un pueblo, sin parques en los barrios y la Villa Olímpica era, literalmente, un playón.
Armábamos combo los viernes por la tarde para ir al Cine Sinú, que proyectaba una sola película dos veces al día, con un entretiempo para que visitáramos la cafetería del teatro. Si de conciertos se trataba, el artista más famoso que nos visitó fue Diomedes Díaz, quien amenizaba las famosas KZ de zinc en la calle 41 con carrera cuarta, donde tocaba sentarse en unas sillas ‘vete ligero’ en las que solo cabía una nalga. No había centros comerciales o grandes almacenes de cadena, ir a hacer compras al antiguo Ley o subir las escaleras eléctricas del Magali París, era tremendo plan.
Le sacábamos la mano al Uaz o pesero, que te hacía la carrera a donde fueras y los taxis amarillos solo existían en las películas gringas que veíamos años después de su estreno, en uno de los dos canales de televisión que tenía Colombia en ese entonces. Cuando llegaron las Montrans, fue un avance significativo para el transporte urbano de la ciudad. Ir a Planeta Rica era lejísimos, por una vía angosta y con mucho tráfico; llegar a las cruces de Santa Lucía, tardaba una hora en vía destapada, y para volar a Bogotá, había que hacer escala en Medellín, sin bajarse del avión.
Esa fue la Montería de ayer que le tocó a mi generación, ¡la generación de la totuma! Y ni hablar de lo que vivieron nuestros padres y abuelos. Hemos sido testigos de cambios que aún nos sorprenden y que marcaron un antes y un después.
A los que tuvieron la fortuna de nacer en una ciudad que les ha brindado más calidad de vida, quiero invitarlos a conocer de dónde venimos, a luchar juntos para no desviar el camino y a defender con orgullo lo que hemos construido, sin desconocer que aún falta un largo camino por recorrer en esta, nuestra “tierra de ensueño”.