UN PLAN NACIONAL DE DESARROLLO ESQUIVO CON CÓRDOBA
Por: Marcos Daniel Pineda García
Un Plan Nacional de Desarrollo es el documento más importante de cualquier gobierno. Es la hoja de ruta en la que se establecen las prioridades, los proyectos y las políticas públicas, que se emprenderán durante un período de gobierno. Para que un plan sea exitoso, debe tener indicadores medibles, que permitan ir dando cuenta de los resultados de la gestión.
Lo primero que celebré cuando inició la construcción del Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno, fue la generación de espacios de diálogo ciudadano, para escuchar las necesidades de la gente; siempre he sido un convencido de que la participación ciudadana es la columna vertebral de un buen gobierno.
Según el balance del Departamento Nacional de Planeación, se realizaron 51 Diálogos Regionales Vinculantes, en los que participaron cerca de 250 mil colombianos, todos ellos asistieron con la esperanza de que sus solicitudes se vieran reflejadas en el documento final. Por supuesto, un Plan Nacional de Desarrollo no puede convertirse en una lista de mercado, pero sí priorizar proyectos estratégicos de alcance regional que tengan un verdadero beneficio colectivo, impactando positivamente al mayor número de personas como sea posible.
Analizando el documento radicado por el Gobierno nacional ante el Congreso de la República, debo decir que tengo mis reservas. En primer lugar y de manera general, por temas como las facultades que se le otorgarían al Presidente de la República, dándole un cheque en blanco, entre ellas, autorizaciones para reformar la estructura del gobierno sin pasar por el Congreso.
Mi segunda preocupación, es el desequilibrio territorial, entendiendo a Colombia como un país de regiones. Mientras que los recursos aumentan para Antioquia, Bogotá y Valle del Cauca, disminuyen para departamentos con grandes brechas sociales como Córdoba, Sucre, La Guajira, Caquetá y casi todos los departamentos de la Amazonía y la Orinoquía. Hay 15 departamentos con menos de cinco proyectos estratégicos puntuales, por mencionar algunos, Guaviare y Guainía que tienen solo uno cada uno.
Desde un punto de vista más particular y como congresista cordobés, es mi deber alzar la voz por la manera esquiva y poco generosa en la que mi departamento quedó dentro del Plan Nacional de Desarrollo, y nuestra capital Montería, completamente invisible en el documento.
De 16 proyectos “estratégicos” para Córdoba, solo tres son concretos y pueden ser medibles en el tiempo: primero, construcción de una sede del Sena en Ciénaga de Oro; segundo, contención de la deforestación y protección de ecosistemas en el Nudo del Paramillo; y tercero, el programa de conservación de las cuencas de los ríos Sinú, San Jorge y Canalete y el caño Bugre. ¡Maravilloso, los aplaudimos! Sin embargo, los trece restantes son un saludo a la bandera, más lírica que práctica y les cito solo un par de ejemplos: uno, restauración productiva ecológica para la recuperación de suelos degradados y dos, acceso integral a factores productivos a través de proyectos productivos en las tierras adquiridas en la Región Caribe. ¿Eso con qué se come? ¿Cómo se mide? Son gaseosos y subjetivos.
En cambio, el plan deja por fuera importantes proyectos específicos que necesitamos en Córdoba. En el sector transporte, por ejemplo, los corredores viales estratégicos Chinú-Lorica-Moñitos, las variantes de Sahagún y Lorica o el tercer puente sobre el río Sinú en Montería. En lo que respecta al sector salud, no quedó la construcción de un solo hospital en el departamento.
- Invito a mis colegas congresistas de Córdoba a cerrar filas, alcemos nuestras voces para lograr incluir proyectos estratégicos puntuales, que permitan transformar la vida de miles de cordobeses y de esta manera, contribuir al desarrollo y la competitividad que nuestro departamento tanto necesita. El debate apenas inicia, y entre todos debemos trabajar para que el Plan Nacional de Desarrollo salga lo mejor posible.