We don’t talk about Bruno!

Por Juan Francisco Socarrás Sarmiento

La obra cinematográfica Encanto de Walt Disney está calificada como una película animada de aventura y fantasía. “Encanto cuenta la historia de una familia extraordinaria, los Madrigal, quienes viven escondidos en las montañas de Colombia, en una casa mágica, en un vibrante pueblo, en un maravilloso y encantador lugar llamado Encanto” (aparte tomado de la página web de Disney en inglés y traducido al español por el suscrito). El género de este celuloide y su objetivo no están dirigidos a tratar problemas sociopolíticos del país del Sagrado Corazón. No obstante, los creadores de la película tuvieron la valentía de incorporar, muy sutilmente en fugaces y borrosas escenas, factores violentos que desangran la sociedad colombiana y que son determinantes en el desplazamiento forzoso y asesinatos. Al principio de Encanto, la abuela, Alma Madrigal, le cuenta a su nieta Mirabel cómo “el milagro” les fue dado y el trágico episodio que lo precedió. “(…) hace mucho tiempo, cuando mis tres bebes habían acabado de nacer, tu abuelo Pedro y yo fuimos obligados a abandonar nuestra casa y, aunque muchos nos acompañaron con la esperanza de encontrar un nuevo hogar, no pudimos escapar del peligro y perdimos a tu abuelo”. Casi al final de la obra, en el aparte donde se produce la reconciliación entre la abuela Alma y su nieta Mirabel, en el río Caño Cristales donde Pedro fue vilmente ultimado, se reafirma la primera escena que citamos agregándose elementos de ataques a la población civil, incendios de viviendas y el asesinato del abuelo de Mirabel. En ambos escenarios se muestran figuras de personas a caballo envueltas en tinieblas. Tal vez, los cuatro jinetes del apocalipsis colombiano: guerrilla, paramilitares, narcotraficantes y el lado criminal de la estructura estatal. Un glorioso día, Gabriel García Márquez dejó esta sentencia de optimismo al mundo: “(…) Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida”.

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